Fíjate qué me pasa a menudo.

Cuando escucho una canción que me pone las pilas, sin querer, la llevo conmigo unas horas, o incluso unos días. Según con la fuerza con la que penetre en mi cerebro. 

El caso es que toda esta semana lleva conmigo el temazo de Sweet Caroline de Neil Diamond. Ya sabes… Sweeeet Carolineeee, Oh oh oh, Good times never seems so good…

¿Y qué es lo primero que me viene a la cabeza cuando escucho esta canción?

La imagen de un estadio y sus aficionados coreándola al unísono. O de un pub lleno de hinchas con sus jarras de cerveza cantándola a pleno pulmón.

Y esta imagen, ¿con qué lo relaciona rápidamente mi cerebro?

Lo sabes. Con la empresa.

Es esta asociación de ideas que hago de manera inconsciente con aquellos temas que mis neuronas ya se han acostumbrado a transitar por las carreteras bien marcadas ya de mi cerebro.

Lo mismo te sucede a ti con tu trabajo. O con lo que te gusta. O con lo que te has acostumbrado a pensar. Si.

Bien. Sigo.

Me viene una canción en la cabeza. Veo la imagen de lo que representa para mi. Y automáticamente paso a imaginarme un estadio con toda la gradería ocupada por la plantilla de una empresa.

Imagínatelo tu también. Un estadio, no tan sólo con la plantilla sino que también están los proveedores, los clientes de la empresa y todos los agentes implicados.

Y se respira muy buen rollo. Algo así como el de una final de la champions league.

En la tribuna, los mandamases. El resto de la plantilla distribuida a su gusto. Disfrutando. Cantando Sweet Caroline, oh oh oh.

¿Y en el campo quién?

Pues en este caso me imagino a un equipo de trabajo de la empresa, el que sea, quizás los comerciales. Pero pueden ser también los de producción. O los de I+D. Cualquier departamento con un reto entre manos.

Un proyecto ambicioso en el que esté en juego los resultados de la empresa. Y por lo tanto el propósito de todos.

Veo a toda la plantilla con ganas de que su equipo triunfe. Animándolo. Coreando el himno de la empresa. Aplaudiéndolo.

Y los jugadores emocionados. Con ganas de salir al terreno de juego y darlo todo. Con ganas de ganar.

¿Cómo te quedas? Molaría esta sensación en la empresa, ¿verdad? A mi me fascina la idea.

Y esta herramienta que acabamos de utilizar es la que muchos entrenadores deportivos utilizan. Y puedes utilizarla tu también. Para ti y para tu equipo.

El poder de la visualización.

El poder de la visualización.

El poder de la visualización.

Quizás otro día te de ejemplos de cómo ha incluido en el deporte muy favorablemente. Pero otro día que hoy es viernes y no me quiero extender más.

Y es que una visualización no va de esoterismo. No. Muchos psicólogos deportivos lo utilizan y con unos resultados brutales.

Lo que hacen es recrean una imagen a la cabeza del jugador y lo llevan al terreno emocional. Haciéndoles sentir como sería conseguir eso. Ponerlos en situación.

¿Y para qué la visualización? Porqué para conseguir algo, necesitamos este estado óptimo y llegar así más fácilmente a los resultados.

No. Al revés. No. A veces somos más de esperar a conseguir los resultados para sentirnos así. Y  no ir a por ello con un estado de ánimo favorable nos lo impide.

Recuerda que tu cerebro y el de tu equipo no distingue la realidad a la ficción. Así que puedes ponerte en situación antes de que esta se produzca. Sentir. Emocionarte.

A mi me encanta el poder de la visualización cómo herramienta para la motivación. Yo, la uso a menudo. Me visualizo con los retos y resultados que me propongo cumplidos. Y siento esas mismas sensaciones. Y me ayuda a pasar a la acción.

Pruébalo y me cuentas. Crécete. Es gratis. Crécete tú. Y haz crecer a tu equipo a través de ella. Atreveros a emocionaros para conseguir nuevos retos.

En serio. Es una herramienta genial. Ya me contarás. 

Ayer era casi viernes. Hoy ya lo es.

¡Disfrútalo!

Bibi

PD. No te vayas hoy de la empresa sin celebrar alguna victoria con tu equipo. Va, que lo merecéis y esto también es importante para estar felizmente en el trabajo.