Mira que me pasó ayer.

Estaba en una formación de una importante empresa líder en su sector. No tiene porque ser un operador logístico. No. Tampoco tiene porque estar relacionada con la energía y el petróleo. No.

Lo importante es que se han liado la manta a la cabeza y estamos haciendo una formación sobre la felicidad en el trabajo. Ou yeah. Para todos sus trabajadores. Todos. Más de 120. Varias jornadas.

Muy fan que empresas como esta se sumen a la (r)evolución. Les adoro. 

Bien. En la formación reflexionamos sobre algunos temas que llevan a los trabajadores a ser felices en sus puestos trabajo.

(A veces me da la impresión que debería cambiar el nombre de esta formación y poner algo así como Trabajando. Dramas y comedias, Mandangas del trabajar ó Cómo ir cada día al trabajo y no morir en el intento.)

Ya le daré una vuelta. Hoy no viene al caso. 

Sigo.

Estuvimos hablando de cómo funciona el cerebro. Todo un clásico. Les cuento que no está preparado para la felicidad sino que está programado para la supervivencia. Bla bla bla.

Les cuento como éste, nuestro cerebro primitivo, funciona de manera automática. 

Y las reflexiones derivan hacia las relaciones. Y entre otros, nombramos al efecto enamoramiento. Aquel sesgo por el cual tu cerebro está más receptivo y abierto cuando te habla un compañero con el que te llevas bien.

Y a la inversa. Por deporte nacional tiramos del no cuando cuando el que te está hablando no lo soportas. Aunque te diga exactamente lo mismo.

Bien. Esto es un fallo del sistema. Lo llevamos incorporado. Al cerebro no le gusta gastar energía y esta es una manera para no tener que pensar. Hace este tipo de asociaciones y se queda tan ancho.

Y es en este preciso momento cuando alguien comenta que esto se resuelve rápido. Dando siempre las instrucciones a través de un tercero que caiga bien. Para que el mensaje entre más suavemente. Capisci?

Y a mi esto me parece muy enrevesado. Enrevesado de cojones. Y es que como nos gusta complicarnos la vida. Claro que esto funciona. Pero pregunto, ¿hace falta?

Se me ocurre algo más fácil. Mirar todos por el bien común y aprender a analizar la situación y no la persona.

Vuélvelo a leer. Mirar todos por el bien común y aprender a analizar la situación y no la persona.

Y añadiría. Y dejarnos de mandangas. Fin.

Y así, quizás nos vaya mejor.

Y así, quizás todo sea más fácil.

Y así, quizás mejore la comunicación.

Pero sólo quizás. Tú pruébalo y ya me cuentas.

Ayer era casi viernes. Hoy ya lo es.

¡Disfrútalo!

Bibi

PD. Si tu también quieres que llevemos a tu organización una formación sobre Cómo ir al trabajo y no morir en el intento, llámame. Vamos a montar algo guapo.