Imagínate que estamos en un bar. Tú y yo. 

Sí. Lo sé. No lo estamos, es miércoles y son las 7:15 hrs. Tampoco estamos en un after. Imagínatelo.

Hemos salido y estamos tomando una copa. En eso, que estamos riendo y bailando y veo al final de la barra un tipo que me hace gracia. Que me pone. 

Te lo comento y te pregunto que qué te parece si voy a hablar con él.

Tú, que no tienes nada que perder y que visto desde fuera todo es más fácil, me dices, claro Bibi, vete para allá.

Lo miro. Te miro. Me vengo para arriba y allá que voy. 

De camino. Una vocecita que viene de mi propio cerebro y que a menudo me acompaña me empieza a alertar de la situación. 

¿A dónde vas? ¿Quién te crees que eres? ¿Cómo se va a fijar en ti? ¿Pero no has visto que hoy no vas con tu mejor de los vestidos? ¿Y de tu pelo despeinado, qué me dices? Anda, no hagas el ridículo y vuélvete a tu sitio.

Y a medio camino, me vuelvo. Me dirijo hacia ti y te digo que es una locura, que no tengo nada que hacer y que mejor sigo tomando mi copa tan tranquila.

Tú. Ni corto ni perezoso. Me animas y en un momento dado me dices Bibi, quien tenga miedo que no nazca. Me río porque me hace mucha gracia esta expresión y a la vez me empodera. Me has convencido. Y vuelvo hacia mi objetivo.

¿El final de la historia? Qué más da. 

Pueden pasar dos cosas. Una, que me salga con la mía y establezca contacto con el tipo. Dos, que me de calabazas y me vuelva sin más.

¿Pero sabes qué? Que la segunda opción era la misma que el punto de partida. Es decir, nada que perder.

En cambio si sale la primera bien. Algo que ganar. Y es que siempre he pensado que las cosas mágicas suceden al otro lado del miedo. Cuando trascendemos a la maldita vocecita. Si.

Y ya sabes algo. Ni tu cerebro ni el mío están programados para ser felices. Ni para cumplir sueños, ni para vivir con plenitud. No. Tu cerebro está programado para la supervivencia.

Vuélvelo a leer. Tu cerebro está programado para la supervivencia.

Así que lo más normal es que una y otra vez tu cerebro actúe como tu guardián. No quiere que corras riesgos. No quiere que te pase nada. Pero es que a veces nos pasamos cuatro pueblos imaginando la amenaza.

Pero si las cosas mágicas están al otro lado, habrá que entrenar, o eso, o jugar al despiste contigo mismo.

Yo lo hago. Juego al despiste y aquí te van algunas ideas que quiero compartir contigo…

Una.

Pon toda tu presencia, tu corazón y tu esencia al servicio de la acción que quieras a realizar.

Dos. 

Ten determinación que eres capaz de hacer aquello que te da miedo. Ya sabes, el autoconcepto.

Tres. 

Alinéate con el objetivo. La motivación siempre tiene que ser más grande que el miedo. Siempre.

Cuatro

Ten claras las acciones que debes hacer y ves paso a paso. Celebrando siempre el éxito de las anteriores.

Y es que ser valiente no es no tener miedo, ser valiente es actuar a pesar de él. 

Y vamos por la vida perdiendo dejándonos cosas mágicas por el camino. Y que pena.

A mi también me sirve pensar que de vida sólo tenemos esta, que hoy estamos y que mañana no lo sabemos y sobretodo, que hemos venido a disfrutar.

De todo ello hablamos y nos reímos, si también, en el curso de gestión emocional. Si quieres saber más sobre él para tu equipo. Llámame.

Hoy es miércoles.

¡Disfrútalo!

Bibi

PD. ¡Esta semana ha habido una subida considerable de altas en el mail! Un besazo si eres uno de los nuevos y también si ya eres un habitual. Siempre es un placer tomarme el café de la mañana contigo ☕️