Doce del mediodía. Cumbia sonando de fondo.

Un bar de madera en medio del polígono a lo Quentin Tarantino. Luces de neon. Ceniceros hasta arriba de colillas por doquier. Cervezas vacías.

También llenas. Mesas con currantes que se ríen. Su tono de voz es elevado. Los hay con traje. Los hay con uniforme de mantenimiento. Ambiente ecléctico. Ambiente de polígono.

Todos están en compañía. Menos el hombre que está sentado en las escaleras de la entrada fumándose un piti. Él es Roberto (no se llama así pero eso no es lo importante). Él no va con traje. Tampoco con uniforme.

Roberto lleva tres días en busca de alguna oportunidad por todas las empresas del polígono después de haber sido despedido por el cierre de su empresa.

La desesperación crece a medida que pasan los días y está dispuesto a trabajar de lo que sea. 

Isabela, una tipa guapísima y brasileña que regenta el bar, le trae un cortado y un vichy catalán. Le pregunta si todo está bien.

Él no contesta, sigue con la mirada perdida. Ajeno a las conversaciones. Ajeno al mundo.

De repente, un sonido conocido invade la tranquilidad de su mundo. Es el ruido de una Harley Davison. Adora las Harleys.

Ha tenido un par de ellas pero por motivos que no vienen al caso se ha tenido que deshacer. Siente nostalgia.

La Harley para enfrente de él. Es espectacular. Azul. Diseño clásico. Detalles cromados. Asiento de cuero.

Y acuérdate de este detalle que te voy. decir. Es importante. La moto no luce. Es espectacular pero no luce lo que podría lucir, quiero decir. Tiene polvo acumulado y manchas de lluvia y barro.

De ella baja un hombre ataviado con un traje elegante. Le pide un café a Isabela, de un sorbo se lo bebe y se larga.

Roberto se ha quedado pensativo. Le pregunta a Isabela si lo conoce. Ésta le dice que es el gerente de la concesión de coches que hay en frente.

Y en su mente aparecen dos pensamientos. 

El primero huele a oportunidad. 

El segundo va en honor a la Harley. No merece ese aspecto.

El día siguiente Roberto aparece en la concesión para hablar con el gerente. Sólo necesita que le den acceso a él para cerrar un trato.

Consigue que la secretaria lo haga salir de su despacho para escucharle.

La conversación entre Roberto y el gerente va así.

– Quiero hacerte ganar pasta y no es broma.

– No sé cómo me vas a hacer ganar pasta, pero si es así, suéltalo.

– Déjame que limpie tu Harley. Si no flipas con el resultado, no hay trato. Si lo flipas, tu y yo haremos negocios.

– Dale.

Esta conversación fue real. Unos años después Roberto tiene su propia empresa de limpieza de vehículos, presencia en diferentes ciudades, un equipo de trabajadores y colabora con diferentes marcas del sector. 

Y yo siento una admiración por Roberto y estas personas que tienen en cuenta que

Una. Hay más oportunidades de creación que nunca. Éstas son infinitas. Nunca sabes donde está la oportunidad.

Dos. Que es necesario mantener una actitud despierta y curiosa para saber detectar dónde está la necesidad. Y punto.

Tres. Que saben impactar con su comunicación para que la otra parte les haga caso. Con actitud. Lejos de la queja.

Ah. La otra parte también es importante. Si tú eres el jefe o el CEO. Hazlo fácil y déjate querer, anda. Ya me entiendes, permite que estas oportunidades lleguen a ti. Que te den amor, del bueno.

Sólo así habrá crecimiento. Innovación. Evolución.

 

¡Disfruta del día!

Bibi