Hablemos hoy de una técnica de productividad que me parece fascinante y que poco la utilizamos por los resultados que tiene.

Napoleón la aplicó durante su mandato en Italia. Que no Francia. Italia.

Antes, déjame contarte un poco más acerca de cómo funciona tu cerebro para entender porqué actúas así. 

Son tres cosas. Alguna, si llevas ya algún café conmigo, te sonará.

Una. Ante situaciones de amenaza, tu cerebro siempre busca acercarse al placer y huir del dolor. 

Dos. Tu cerebro siempre busca la recompensa inmediata. Es decir, acercarse al placer YA y huir del dolor YA.

Tres. Tu cerebro busca constantemente el ahorro de energía. Si puede no pensar, mejor.

Dicho esto, volvamos a Napoleón.

Napoleón se autoproclamó rey en Italia y también tomó (entre otras muchísimas) esta decisión.

Abriría toda la correspondencia tres semanas después de su recepción. Con la excepción de aquellas cartas que procedían de mensajeros extraordinarios. 

¿Y sabes qué sucedía a las tres semanas?

Que la mayoría de estas cartas no necesitaban su intervención. Es decir, las peticiones o situaciones ya estaban resueltas.

Napoleón con ello conseguía dejar de perder recursos y energía en cosas que no eran realmente de su incumbencia. Y dedicarlos a lo que si era realmente importante.

Asimismo lograba que los demás desarrollasen su capacidad de generar ideas, resolver asuntos y pensar por sí solos. Touché. 

Dime…

¿Cuantas veces recibes interrupciones cuando estás trabajando?

¿Y cuantas de estas interrupciones no se producirían si no estuvieras en la oficina y además se resolverían por si solas? 

Muchas. Y estas últimas son como las cartas de Napoleón. 

La idea en la empresa (válido también en lo personal) es no ceder nuestra energía y nuestra atención en todo momento. 

Eso sí, aplíquese a todos los miembros.

Y es que necesitamos realmente la energía para trabajar en lo que es importante, centrados en lo que aporte valor y decidiendo conscientemente en qué invertir mi energía.

Y para ello podemos pactar poner unos límites y unos filtros entre compañeros.

Ah! Y esto no va de caer en el efecto avestruz (esconder la cabeza cuando acecha un peligro, que por cierto, los avestruces no lo hacen), ni va de procrastinar (postergar tareas porque si), ni va de no querer ayudar al compañero.

No.

Esto va de saber distinguir lo esencial de lo accidental.

Esto va de invertir energía en lo que es realmente importante.

Esto va de generar valor y ser realmente productivos.

Y cuando lo aplicas, compruebas que la gran mayoría de las demandas externas no tienen realmente ni la importancia ni la urgencia con la que se crearon.

Puedes probarlo tu mismo durante unos días y observar los resultados.

Sólo tienes que decir NO a todo.

Me encantará ver la cara de tu jefe cuando le digas que NO a todo. Ok, ok, asumo mi responsabilidad, si te mira mal, pásale mi teléfono y yo ya le cuento.

Ya casi es viernes.

Bibi

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