¡Cómo iba a ser un chiste! Es lo que me pasó ayer. Que hice una masterclass con un montón de mujeres guapas y gallegas. 

Ellas, participando en un programa de liderazgo femenino y empoderamiento organizado por la Xunta de Galicia. Yo, realizando una masterclass de felicidad y bienestar en el trabajo. Ou yeah. Todo cuadra.

Y les conté algo que no te va a dejar indiferente y al igual te hace reflexionar. 

De hecho es posible que te empieces a cuestionar algunas reglas, algunas convicciones, algunas normas y esto será una señal de compromiso con la (r)evolución. Tu (r)evolución. Nuestra (r)evolución.

Es más, te voy a dar un recurso para ayudarte a cuestionar algunas normas que has comprado y no te hacen feliz. Pero antes déjame contarte algo que compartí también con ellas.

Fíjate.

Pasó hace unos ocho años. Mi hija rondaba los siete. Cuando un día desayunando me dijo que se quería poner un piercing en la nariz. 

Mi primera reacción fue de sorpresa, no lo esperaba. Wow. Le dije a Violeta que me dejara hablar con su padre y le daba una respuesta.

A lo que de manera decidida me senté con su padre y le digo que su hija quería un piercing en la nariz. ¿Cómo? Bibi, ¿estarás de coña no? Violeta tan sólo tiene siete años y esto es una locura.

Vaya. Me sorprendí. Me sorprendí que me dijera que esto era una locura, cando el día que nació no se cuestionó que le pusiésemos unos piercings en la oreja en el mismo hospital. No. 

Y es que esto es diferente. Me remarcaba. Claro. Es diferente porque los piercings si están aceptados socialmente para las niñas el día que nacen.

Y nadie ha objetado si debe o no ser así. Damos por válidas normas que nos han impuesto otros y ni tan siquiera nos hemos cuestionado. Esto si es una locura. 

Y así nos va.

¿Y sabes que es lo peor de todo?

Que existen muchas de estas normas, acerca de nuestro comportamiento, lo que decimos, de cómo vestimos, lo que hacemos y demás que nos restan felicidad.

Vuélvelo a leer. Nos restan felicidad. 

Y todo porque alguien que ni tan siquiera conoces algún día decidió imponer una serie de reglas.

Bien. Pues hoy quiero compartir contigo tres preguntas que te ayudarán a pensar. Ni dos ni una. Tres.

Puedes hacértelas para validar dichas normas y antes de comprar gratuitamente algo que te resta felicidad. También en el trabajo.

Fíjate.

La primera. ¿Esta norma procura el beneficio para toda la humanidad? Es decir, ¿desmerece a alguien, a alguna persona, a algún colectivo?

Si es así, sospecha. Y cuestiónatela.

La segunda. ¿Esta convicción la podrían tener y creer en ella todos los seres humanos al nacer o es fruto de alguna cultura o religión? ¿Se basa en una decisión y elección personal o la has aceptado porque la mayoría de gente cree en ella?

Si es así, sospecha. Y cuestiónatela.

La tercera. ¿Te está beneficiando en algo y te sirve para acercarte a tu misión de vida o te aleja de la misma? ¿Contribuye a tu bienestar o sólo la has comprado como reflejo de forma de vida aprobada y aceptada por la mayoría?

Si es así, sospecha. Y cuestiónatela.

Y es que no tan sólo me preocupa que algunas normas no sean cuestionadas para la felicidad de uno mismo.

Si no que sirvan para emitir muchísimos juicios hacia los demás. Llevándonos a la desconexión. Llevándonos a la separación. Llevándonos a ser una sociedad rota y despedazada. 

¿El notición? Que lo podemos cambiar. Y esto depende tan sólo de ti y de mi. Y todos aquellos y aquellas que estamos en la (r)evolución. Avanti.

Ya casi es viernes.

¡Disfrútalo!

Bibi

PD. Te dejo el enlace al workshop de comunicación y persuasión donde vemos algo o mucho de todo ello. Según el tiempo que le quieras dedicar a tu crecimiento. Y al de tu equipo.

PD2. Bienvenidas a todas las mujeres que os habéis dado de alta y estáis en tierras galleguiñas. ¡Será un placer tomarme el café con vosotras cada mañana! Un besazo.