Hoy voy a ir al grano. Que tengo mucho lío y seguro que tú también.

Te cuento una llamada que recibí hace un tiempo a. P.

Sí, a. P., ya sabes, antes de la pandemia. Lo de Cristo ya ha pasado a la historia. Son otros tiempos. 

Me llamaba Lourdes, la assistant (ya sabes la secretaria, pero así queda más cool) del CEO (vale, del gerente) de una empresa familiar. 

Una empresa que hacía un año había formado a todo el equipo directivo en liderazgo. Una empresa familiar y en expansión internacional.

Una empresa normal. Con una recepción normal. Unas instalaciones normales. Un párking normal sin plazas reservadas. Todo bastante normal. Y un equipo bien. Si.

La llamada fue algo así como…

– Buenos días Bibi! Soy Lourdes y quiero pedirte una formación para el equipo directivo. ¿Los recuerdas?

– ¡Claro!

Mi mente offline ya se había anticipado pensando en el equipo y en una segunda parte de la formación. Yo soy de acción-reacción así que mi mente ya estaba casi ideándola. Yeah. 

– Ok, pues queremos la misma formación para el mismo equipo.

– ¿Cómo?

Neuronas en shock. Mi mente de nuevo offline piensa que se está equivocando o que yo no lo he entendido bien. Así que intento aclarar… 

– Supongo que te refieres la misma formación para otro equipo o una segunda parte para este equipo. No te he entendido bien, Lourdes.

– ¡No! ¡El mismo equipo! Les encantó y la quieren repetir.

– ¿En serio?

Cuelgo.

Y ahora si coge el protagonismo en mi mente una crisis. Mi crisis. La crisis. Puede que la segunda o tercera crisis A.P. Y me dice algo así como…

– Bienvenida Bibi. Soy tu crisis. Aquí estoy para ti. Te acaban de dar un buen palo. Así que utilízame. Conmigo ya sabes que puedes incluso gritar, frustrarte y enfadarte. Lo que quieras. A disponer.

– Mierda. No me jodas.
S

¿Cómo podían estar pidiéndome una misma formación para un mismo equipo directivo?.

¿Qué sentido había tenido la formación realizada? 

Ya te lo digo yo. Ninguna.

Porque no estábamos hablando de un espectáculo como el del Mago Pop. Estábamos hablando de una formación, en la que se les daba unas herramientas de liderazgo con las que ellos, iban aplicando y haciendo cambios en la empresa.

O eso creía yo. O ese era mi fin. Y al parecer no cuadraba con el suyo.

Así que en algo gordo estaba fallando yo por aquel entonces para recibir esa llamada.

Y lo encontré, al gordo me refiero. Al fallo gordo.

Fíjate.

No sirve de nada realizar una formación puntual si…

– No está respaldada por una cultura corporativa potente enfocada en transformar la vida de las personas.

– No se acompaña a un cambio o una transformación organizacional, mejorando la experiencia del trabajador.

– Los contenidos no van dirigidos a toda la organización por igual. Sin concesiones, que nos conocemos.

– No se adapta a las necesidades de la empresa y se resuelven los casos particulares del día a día. ¡Invito a una ronda de preguntas!

– No se realiza un seguimiento que asegure los resultados de la misma. Unos resultados duraderos y sostenibles en el tiempo.

¡Y si! Puede estar muy bien la formación, aportar contenido de valor y hacerla también con diversión por eso de asegurar el aprendizaje.

Peeeeeeero no debe ser un parche a malas políticas continuadas por parte de la empresa ni un remedio a un liderazgo mediocre.

Las formaciones tienen todo el sentido del mundo cuando están alineadas con la cultura empresarial. Aquí está la fuerza.

Si no es así, no hace falta que pierdas el tiempo ni el dinero con formar al equipo porque incluso puede ser contraproducente.

Y si quieres una transformación real, entonces si, hablemos. Si lo que buscas es hacer para entretener, gastar el crédito de la Fundae o cumplir expediente. No cuentes conmigo. Estoy demasiado ocupada con la (r)evolución. 

Todavía es martes. Suerte.

Bibi

PD. Gracias por todo, crisis.