A ver, a ver, a ver.

Que esto vale mucho la pena recordarlo de vez en cuando.

Hablemos de mandalas. Sí, ya sé que estás pensando que hoy no toca ponernos espirituales, que tienes mucho trabajo y encima este finde es navidad.

Pero dame dos minutos, que sé que te va a gustar lo que quiero compartir contigo.

No se si tú haces mandalas. Sinceramente, yo no.

La verdad es que no me atraen nada. Tengo otras prioridades, siempre. 

Ahora bien.

Hace ya unos años vi un video de monjes budistas que me asombró. 

Igual tú ya conoces algunas prácticas budistas. Igual no.

Resulta que los monjes budistas hacen grandes mandalas de arena.

No tan sólo de arena, que aunque los veas allí muy puestos, a veces también se vienen arriba y utilizan flores, hiervas, cereales, piedras y demás.
Seguro que alguno habrás visto. Son obras de arte. Son creatividad pura. Y los monjes budistas se pasan días, quizás semanas, haciendo un sólo mandala.

¿Y sabes qué hacen después con él?

Lo destruyen.

Madredelamorhermoso.

Vale que lo hagan con un ritual, meditando, bailando y todo lo que quieras, pero ¡lo destruyen!

¿Y sabes porqué lo destruyen?

Atento.

Porque saben bien que todo en la vida es cambio.

Porque saben bien que todo lo que genera apego es sufrimiento.

Porque saben bien que la vida es transitoriedad.

Porque saben bien la finitud de todas las cosas.

Y para ellos es una manera de entrenarse para saber soltar aquello que tienen miedo a perder.

Y a mí me parece una lección de vida brutal que a veces necesitamos recordar. Bueno, dos lecciones.

La primera.

La importancia de vincularnos a nuestras acciones y desvincularnos del resultado. Me refiero a entregarse en cada momento. En cada una de las acciones que hacemos sin ansiar lo que queremos obtener.

Es aquí cuando se produce la magia y los resultados son extraordinarios.

La segunda.

No temer perder nada. Pues desde el momento que temes perder algo, ya estás vendido. Ya actúas desde el miedo. Y en lugar de fluir con ello pasas a centrarte en aquello que vas a hacer para no perderlo. Y este ya no eres tú ni toda tu grandeza. 

Y hoy, no voy a ponerte ningún ejemplo porque no quiero condicionarte. Simplemente quiero que lo reflexiones según te llegue. 

Y es que esta es la riqueza del ser humano. Sé que cada uno de vosotros va a entender lo que le de la gana. Bien hecho. Me encanta.

Hoy es viernes. Ya casi noche buena. Y ya casi Navidad.

¡Disfrútalo!

Bibi

PD. Vuelve a leer atentamente las cuatro razones de porque destruyen el mandala. Por aquello de si no te había quedado claro.