A ver, a ver, a ver.

Que tenemos la batalla servida. Y bien servida.

Un bando. Los motivados de la vida. Esos tipos que se mueven por la empresa a lo loco y con buena cara. Aquellos que no sé que se ponen en el colacao por las mañanas que les lleva a estar de buen humor, con energía, alegres y viendo lo positivo del día, y de la vida. 

Otro bando. Aquí están los haters de la felicidad. A los que les va el mambo. Los que abanderan las emociones negativas. Estos miran al otro bando con cara de no comprender nada. No es desprecio. Es un… pobre, tu no te enteras de qué va la vida. Y por eso vas de felizIluso.

Y después, también hay un tercer bando. Estos no dicen nada. Están en modo stand by. Ni a favor ni en contra de la felicidad. Por eso de no mojarse y no correr riesgos.

Y últimamente veo que los haters de la felicidad vienen pisando fuerte. Muy fuerte. Y están por todos lados, en las calles, en las redes y en la empresa.

Su discurso es algo así como que ya están cansados de tanto optimismo, cansados de frases vacías, cansados de tanto color. Que uno merece estar cansado, asqueado y malhumorado.

Faltaría. Claro que si.

Cada uno que esté cómo le apetezca, que le dé lugar a las emociones que quiera y que viva la vida a su gusto.

Y es una discusión que a menudo sale en las formaciones de cultura emocional en la empresa. Y a mi, si me lo preguntas, lo tengo muy claro. Podríamos empezar a filosofar y hablar sobre las diferentes corrientes de la felicidad.

Pero te hablaré de la única certeza que tengo acerca de ella. Y esta es mi propia experiencia. Seré breve y lo haré fácil. Y es que yo soy de las del primer bando. 

Sabemos que hay emociones innatas y universales. También hay emociones que vamos aprendiendo por el hecho de vivir en sociedad, por la cultura y la educación recibida. Y ambas generan sentimientos. 

Cuando estoy bien y le doy espacio a las emociones positivas. Me siento expansiva, alegre, sonriente, creativa, enérgica, con iniciativa y amorosa. Por decirte sólo algunos estados. 

Cuando estoy mal y le doy espacio a las emociones negativas. Me siento contraída y resido en el malestar. Es decir, con mayor o menor intensidad, en un estado de dolor y sufrimiento. Y a mi, personalmente, no me gusta nada este estado. Fin.

Y tu te puedes estar cuestionando el ya Bibi, pero es que no podemos estar siempre bien.

No, claro que no, yo también tengo días malos. Pero si tenemos recursos para sentirnos bien, no entiendo porqué defendemos el sentirnos mal.

Mira. 

Tanto las emociones positivas cómo las negativas pasan por los mismos canales neuronales, y prevalecen en nosotros aquellas que tienen más intensidad. Y por eso, en mi caso, la voluntad de potenciar las positivas.

Si hay algo que que tengo claro es que de vida sólo hay una y a mi me encanta vivirla y gozarla. Y me encantan aquellas emociones que me permiten estar bien y sentirme en-amor-ada de la vida.

Y si, las emociones son una reacción y las siento todas, como cualquier ser humano. El tema es qué hago con ellas y cómo utilizo ambas. Las que llamamos positivas y las que llamamos negativas.

Aquí te va. 

Las positivas, son un indicador que todo está bien. Si.

Y las negativas son un indicador, una señal de que algo tiene que cambiar.

Cómo te lo diría.

Es la manera que tiene la vida para indicarnos que por allí no es. Lo que sea que nos haga sentir mal. Relaciones, el trabajo, tu día a día o la vida en general.

Y es que esta última, la vida, no tiene otra forma de avisarnos. Yo hasta el momento no he recibido ningún whatsapp suyo que me indique que por allí no es. No.

Y entonces, ¿no será que a veces defendemos el estar mal para justificar el no cambio? ¿No será un engaño de nuestro propio cerebro? 

¿Porque sabes qué? Hay una cosa clara y es que no por desayunar con una taza de Mr. Wonderful vamos a ser felices. No. La taza de Mr. Wonderful no lleva incorporado este poder. 

Recuerda que tu cerebro está preparado para la supervivencia, no para ser feliz.

Y a veces para sentirnos bien tenemos que poner algo de nuestra parte. Y quizás ello, pase por atrevernos a tomar algunas decisiones. Quizás decisiones diferentes. Quizás decisiones valientes. Sólo digo quizás. 

Y ahora, que cada uno haga elija el bando en el que quiera estar. Faltaría.

Ya es martes. Quizás el mejor martes de la historia. A saber.

Por el momento, disfrútalo.

Bibi

PD. Ayer me llevé a un cliente a impartir una sesión sobre personalidades en el Máster de Dirección de Empresas en el que imparto la asignatura de Habilidades Directivas. Cuando le propuse, ni lo dudó. Sois lo más. Gracias.