Mira que me pasó en una formación la semana pasada. Atento.

Estábamos haciendo una ronda donde cada uno de los participantes tenía que compartir un súperpoder del cual se sentía orgulloso.

Empezamos la ronda. 

El primero. Paso palabra.

El segundo. Paso palabra.

El tercero. Paso palabra.

Muy bien chicos, volvemos a empezar y no se puede pasar palabra. Tomaros el tiempo que necesitéis. Pero quiero saber qué superpoder tenéis. Sólo uno de todos ellos.

El primero. Soy resolutiva.

El segundo. Soy empático.

El tercero. Soy inteligente.

Y seguimos unos cuantos más hasta que llegamos a Andrea.

– No sé si quedará muy mal, pero lo suelto porque es lo primero que me ha venido a la cabeza. Siempre doy amor.

Oh my god.

Oh my god.

Oh my god. 

Pelos de punta. Y los que me conocéis sabéis que es tal cual, me emociono en las formaciones y se me ponen los pelos de punta.

Llevo más de diez años haciendo esta misma pregunta y nunca me habían respondido esto. Nunca.

Me quito el sombrero.

Pero, a los cinco segundos, algo interrumpe mi emoción y admiración por lo escuchado. Alguien en la sala comenta, <es muy joven, ya se le pasará>.

Y yo le digo a Andrea…

Ojalá no se te pasen nunca las ganas de dar amor. 

Ni en las relaciones.

Ni en las parejas. 

Ni en la vida.

Ni en los negocios.

Ni en todo aquello que hagas.

Y ojalá no te encuentres a demasiados psicópatas en tu camino que te saquen estas ganas de amar.

El mundo estará a tus pies.

Mantente fuerte, Andrea.

Ya es martes. Disfrútalo.

Bibi

PD. No te quedes con ningún te quiero en el bolsillo. Coge el teléfono y mándales un te quiero a todos aquellos que te importan. Hoy. Quizás mañana sea tarde.

PD2. En serio, hazlo.