Hoy en dramas entre trabajadores y clientes…

El núm. 27: aquél momento en que elegimos perder todos.

Hay muchas cosas que me cuestan de entender.

Muchas. 

Entre ellas, que vayas a un restaurante y que el camarero que te entrega la carta o te trae el menú, no tenga ni pajolera idea de los ingredientes que lleva un plato o cómo está cocinado.

Un minuto de silencio por todos ellos por favor.

A veces la respuesta es no lo sé. Y se quedan tan anchos. Mirándote.

Y tan anchos.

A veces hacen un viaje a la cocina o al jefe de sala para poder responder a la pregunta.

Y lo flipo.

A veces sólo les queda decir si quieres saber algo más allí tienes la cocina.

Feel free.

Y llegados a este punto sabes que pedir alguna recomendación de vinos también será para echarse a llorar.

Pero igualmente la pides. Sabiendo que la vida a veces te puede sorprender.

Hartón de llorar. Fin de la película.

Y me cuesta muchísimo de entender. En serio. 

Por un lado. 

Esta falta de actitud del trabajador. ¡Conocer bien el plato sería una herramienta brutal de seducción!. Y por lo tanto significaría más y mejor impacto. Más y mejor crecimiento.

Me cuesta de entender esta falta de curiosidad. Esta falta de querer hacer con excelencia el trabajo. Por uno mismo. Y por eso de ganar valor en el mercado.

Por el otro lado.

Que no se de a probar los platos y se les explique con todo detalle para que los camareros puedan dar una atención exquisita y mejorar la experiencia. De todos.

Y ya me puedes decir que si el sueldo, que si los recursos, que si el tiempo, que si la abuela fuma…

Que no. Que no hay por donde cogerlo. Y muchísimo menos cómo justificarlo.

Son ganas de hacer las cosas mal y perder. Por parte de todos. Repito, ganas de perder. Y parece que le echemos muchas ganas al asunto. A las ganas de perder, digo.

¿Y sabes qué es lo peor de todo?

Que lo mismo sucede en muchísimas empresas. Y puede que en la tuya también.

El camarero a su rollo.

El cocinero a su rollo. Es otro rollo diferente, este rollo está todo recto y luego a la derecha.

Y el mandamás a su rollo. Diferente al rollo del camarero. Y diferente al rollo del cocinero. Es un rollo más alto.

Y todos estos rollos nos llevan a un pésimo cuidado del cliente.

La mala noticia. La poca profesionalidad. El no generar impacto. El perder clientes. El dejar de ganar. Es una realidad,  está sucediendo y lo vemos normal.

Y nos sorprendemos cuando las cosas no van bien. Y nos quejamos. Y lloramos.

La buena noticia. Que se puede solucionar. Y entrenar para ganar. Ganar todos, digo.

Si fuera un libro le pondría El arte de hacer las cosas de manera sublime para impactar.

Impactar para bien.

Para ganar.

Todos.

Con amor.

Y ganas.

Muchas ganas.

Y de esto va la (r)Evolución.

Ahí lo dejo.

 

¡Disfruta de tu día!

Bibi

PD. Y ahora puedes hacer como si no hubieras leído el post y nada de todo esto hubiera sucedido. Yo no le contaré a nadie.

PD2. Puedes llamarme, lo comentamos y lloramos juntos. O lo arreglamos. Lo que tú decidas.