Mira. 

La semana pasada me reuní con un cliente para hablar de la formación para su equipo el año que viene. 

Me decía que de las sesiones que habíamos realizado de liderazgo y equipo, una de las que más le había gustado a él era la de no gestión del tiempo.

Y digo no gestión, porque aunque nos empeñemos a llamarle así, ni tu ni yo podemos gestionar el tiempo. El día tiene 1.440 minutos y 24 horas y no puedes quitarle minutos a una hora y ponérselo a otra. Ni nada por el estilo. El tiempo es el que es. Y por el momento es universal.

En todo caso. Podemos hablar de priorización de tareas. Eso ya me parece más coherente. Vale, pues esta era una de las sesiones que más le habían gustado.

Bien.

Y en esta sesión tratamos entre otras cosas, el trato hacia las malditas tareas. Aquellas tareas que no nos gustan. 

Ya sabes.

Te hablo de ese expediente encima de la mesa que parece hablarte y decirte, venga, valiente, cógeme de una vez. Y tu le retas mientras te sientes de la resistencia.

Te lo miras de reojo y lo esquivas. Es como aquel tipo de la discoteca que quiere bailar contigo, y tú le das largas mientras sigues bailando.

Y es que lo último que te apetece es ponerte con el maldito expediente.

O a bailar con ese tipo. ¡Qué pereza!


¿Y sabes porque tu cerebro te va a poner todas las trampas posibles? Si, lo sabes.

Porque tu cerebro no quiere sufrir. No quiere hacer aquello que no le gusta.

Y además gasta más energía con aquello que no le gusta que con lo que disfruta. ¡Y tu cerebro lo que busca constantemente es el ahorro de energía!
Y aquí empieza la batalla con tu cerebro. 

Tú, mirando el expediente.

Y tu cerebro diciéndote… ¿que tal si te vas a buscar un café?

O diciéndote… ¿no crees que deberías ordenar el puesto de trabajo?

O quizás te diga… actualiza el mail que puede que haya entrado algo en los últimos diez segundos que te salve la vida y no debas enfrentarte al maldito expediente.

Y como no te cuadres, ¿sabes qué? La harás caso.

Vale.

Pues aquí te van dos trucos para que hackees a tu cerebro y le ganes la batalla. Ni tres ni uno. Dos.

El primero. Lista los pendientes. Tienes que saber que a tu cerebro no le gusta dejar nada a medias. Y le encantará poder tachar la maldita tarea de la lista. ¡Lístalo!. Además te sacarás un peso mental y dejarás libre memoria en tu disco duro.

El segundo. Es que crees un hábito para facilitarle la vida a tu cerebro. Por ejemplo, cuando te vayas el día anterior, deja el puesto de trabajo preparado para abarcar primero los malditos expedientes.

Y una vez te hayas sacado los pendientes de encima, sentirás satisfacción y tendrás más energía y atención para hacer lo que te gusta y es realmente importante.

Nadie ha pasado a la historia por mover papeles de un lado al otro. Nadie. Pero si para hacer lo que se debe, aportar un valor real y dejar de procrastinar. Hay más trucos que puedes hacer. Así que si quieres preparar a tu equipo para ello, ya sabes. Envíame un mail.

Ya es lunes. Supongo que tenías unas ganas locas.

Disfrútalo.

Bibi

PD. Hoy no hay posdata