Tengo una hermana mayor.

Cuando teníamos 8 y 9 años ella era muy lista. Yo era muy buena.

Aunque la diferencia de edad era poca ella era la hermana mayor. Este puesto nunca te lo puede sacar nadie. A no ser que un día tu padre te cuente algo que no sepas, pero en principio… Tampoco nadie te saca ni el status ni el poder.

Es más, ella era de deporte y yo de música. Cosa que en aquellos años jugaba algo a su favor. La fuerza. Ella era fuerte y corpulenta, yo delgada. De hecho mi padre siempre decía que yo tenía menos carne que una bicicleta.

Nos peleábamos como dos hermanas se pelean. Nos queríamos también. Pero para aquél entonces esto no era lo importante.

Creo que sólo lo percibía cuando alguien se metía conmigo. Que entonces si reaccionaba cómo lo hace cualquier hermano mayor a quien se le necesita. Y con la mala hostia que caracteriza ese momento.

Yo siempre me sentía como lo que era, la pequeña. Siempre buscaba su aceptación. Y quería demostrarle constantemente que estaba a su nivel. Que aun siendo la pequeña merecía los mismos derechos. Qué se yo.

En mi casa siempre había tareas que hacer. Ya sabes, lo habitual en nuestra época. Poner la mesa. Recoger los platos. Ordenar la habitación. Recoger el tedioso juego de mesa poniendo las fichas en cada uno de los malditos puestos, incluso cuando estabas cabreado por haber perdido.

Entonces qué hacía mi hermana. Ya te he dicho que ella era la lista. Yo la buena. Bibi, recógelo tu y te debo un favor. Yo cedía. Pensando en que la ley de la reciprocidad funcionaba. Era una ley universal.

Pero seguían sucediendo cosas y siempre le cedía el beneficio de deberme un favor. Y a veces por ayudarle con algo que era responsabilidad de ambas. Pero también en muchas de su responsabilidad.

No sé. Para que te hagas una idea. Llegábamos a Zóe, me debes 54 favores. ¿Cuando me los vas a devolver?. Yo, con menos carne que una bicicleta allí estaba reclamando siempre mis favores.

Y un día estábamos en casa. En aquél entonces vivíamos en una casa con techos altos. Y me pidió que me subiera a lo alto de un armario al que no llegaba para coger ahora no recuerdo el que. Y cedí. Una vez más.

Tenía que utilizar la escalera para llegar a lo mas alto. Y ella se mostraba muy predispuesta ayudarme. Así que entre las dos, nos liamos la manta en la cabeza y trepé hacia lo mas alto. A mi me parecía lo más.

Y fue en aquel momento. En aquel maldito momento que mi hermana sacó la escalera. Me quede colgando de una puerta, cagada de miedo y haciéndome daño. 

¿Qué haces, Zóe? Y la respuesta fue contundente. Si quieres que te ayude, me tendrás que perdonar los 54 favores. Madredelamorhermoso. 

Y eso era mi única posibilidad de supervivencia. O cedía. O me tiraba de lo más alto asumiendo las consecuencias. Teniendo menos carne que una bicicleta algo roto seguro.

Así que encima. Le tuve que dar las gracias. Es más, salía ella victoriosa después de tal manipulación. Y así me las hacía una tras otra.

Siempre fui la buena. Lo único que más adelante lo que cambió es que empecé a poner límites. E igual por eso dejé de ser la buena.

E igual por eso a veces no queremos dejar de poner límites. Ojito.

Y esto mismo, lo veo cada día en las empresas. Trabajadores con poderes reales o adquiridos (históricamente) haciendo uso y abuso de poder. Que ofrecen algo gordo con la idea de que ello debe compensar todo lo que el trabajador está aguantando.

Y esto no es. Esto no es sano. Esto no es una relación de iguales. Esto no es una relación donde se busca el ganar ganar. Y así, no deberíamos jugar. No.

Y a esto también se aprende. A saber poner límites. A que no todo vale. Pero puede que no nos lo hayan enseñado. Y así nos va.

Y si eres el jefe no sufras, un trabajador que sabe poner límites es un trabajador contento, y te aseguro que te va a aportar mucho más si su estado de ánimo es positivo. Confía.

Esto y mucho más lo trabajamos en el curso de Gestión Emocional y Bienestar en la Empresa. Si quieres saber más. Llámame.

Ayer era casi viernes. Hoy ya lo es.

¡Disfrútalo!

Bibi

PD. Bienvenidos a todos los que os habéis sumado esta semana! Es un lujazo tomar el café con vosotros también. Buen fin de semana.