Hoy quiero hablarte de algo que he aprendido con mi hija. Y que al igual te sirve también en la empresa. Al igual.

Pero antes déjame aclarar algo. Ayer en uno de vuestros mails que recibo en respuesta a este alguien me preguntaba porqué utilizaba tanto la palabra quizás

Era alguien que he tenido en formación. Si. De comunicación. También. Gracias Lucía.

Y me decía, Bibi, lo de enriquecer y empoderar el mensaje me lo enseñaste tú, y quizás me suena a duda. Y tu dices verdades. Y lo sabes.

Touché.

Y es que no quiero caer en un engaño de mi mente. El realismo ingenuo. Un sesgo mental que indica que siempre creemos que observamos la realidad de una manera objetiva, que somos poseedores de la verdad y que los demás están equivocados.

Tendré razones y tendré experiencia. Pero no quiero tener la verdad. Quiero que lo que comparto contigo lo pruebes y si funciona te lo quedes. Y sino, ya sabes. A la basura.

Dicho esto.

Te he comentado que te contaría algo que he aprendido con mi hija y que al igual te sirve en la empresa. 

Mira.

Tengo una hija de 15 años. Violeta. Guapísima. Qué va a decir su madre.

Una hija a la que semanalmente le doy una paga. Nada de efectivo. Bendita transferencia periódica. 

Me gusta que tenga su dinero y decida en que invertirlo, si ahorrarlo, yéndose a comer un ramen o gastarlo en cualquier pijada. Pero con ello darle confianza, una autonomía que anhela y la responsabilidad de gestionarlo. Ella sabrá lo que hace. Y si no, lo aprenderá.

Vivimos ambas y compartimos responsabilidades en casa. O nos ayudamos entre nosotras o me cargo yo con todo el marrón. 

Y a mi alrededor veo padres que dan la paga o una gratificación extra sólo si el hijo cumple con sus responsabilidades. Ya sabes, la zanahoria, si haces eso… te daré la paga o una propina.

Y aquí es cuando creo que es un error combinar la paga con sus responsabilidades. Aunque ambas cosas sean buenas. Si.

Porque combinándolo, Violeta, asocia el dinero a cambio de hacer algo. Y si no le doy paga, ¿entonces qué? ¿no va a hacer nada? ¿no va a hacer una tarea que le disguste para ayudar a la familia? ¿no va a asumir sus responsabilidades?

No se trata de una transacción comercial, no. Hablamos de sus responsabilidades, honestas y familiares.

Y si, igual de pequeños deben aprender que una cosa son los valores y la otra las recompensas. 

Que luego vienen mezclándolo todo y menudo follón.

Y en la empresa luego repáralo. ¿Te suena?

Ya casi es viernes.

¡Disfrútalo!

Bibi

PD. Te dejo el enlace de uno de los cursos de comunicación, por si quieres llevarlo a tu empresa. Y luego, al igual que Lucía, me piques la cresta. Avanti.