No sé si eres madre o padre. Lo que si sé es que si eres una hija o un hijo.

¿Recuerdas lo que nuestros padres nos insistieron una y otra vez para aprender a dar las gracias?

¿Recuerdas lo terriblemente rebeldes que éramos con ello?

Una y otra vez.

¿Y qué se dice? Gracias

¿Y qué se dice? Graaacias

¿Y qué se dice? Graaaaaaciaaaaas

Hasta que lo aprendimos, y además de verdad. 

Porque ahora, nos sucede al revés. Damos las gracias de forma automática, a todas horas, por todos lados, a quienes se nos cruzan y que ni tan siquiera conocemos.

Gracias. Graaacias. Graaaaaaciaaaaas. 

Incluso hasta nos puedes servir de comodín cuando en realidad estamos diciendo cierra la puerta al irte, gracias. Y lo de antes lo omitimos. O nos sirve para acabar una conversación tediosa. También.

Y es que una cosa es decir gracias como quien dice pepino. Una palabra fría y superficial. Ya sea por protocolo. Por automatismo. O por cortesía.

Y la otra sentirlo de verdad. Y esto ya nos cuesta más. 

¿Pero sabes que?

La gratitud es una emoción genuina que cuanto más la trabajas más bienestar te produce.

Y esto sucede cuando la trabajas de verdad. Con sentido. Con emoción.

Y hoy, tu también puedes convertirte en un virtuoso de la gratitud. 

Si no quieres, cierra el mail.

Ok, si sigues aquí es que quieres entrenarla.

Pues bien. Haz una lista de las 15 personas a las que estás agradecido a nivel profesional y hazles saber que están en la lista de estas 15 personas. Quizás una llamada, quizás una conversación, quizás una tarjeta con un detalle. Lo que quieras.

Y cuando lo hayas hecho me cuentas que tal. Que tal tú. Y que tal ellos.

Es probable que tengas algunas excusas buenísimas por no hacerlo ahora. Lo sé.

Sólo recuerda distinguir lo verdaderamente importante de lo urgente.

Sólo piensa de qué no te gustaría arrepentirte mañana.

Ayer era casi viernes. Hoy ya lo es.

¡Disfrútalo!

Bibi

PD. Si quieres regalarles a tu equipo recursos para que también se les ensanche el corazón, llámame.